Ucrania demuestra que la democracia debe considerarse un activo estratégico

Thijs Berman es Director Ejecutivo del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidista. Al principio de su carrera, trabajó en Moscú para la radio holandesa. Entre 2004 y 2014 fue eurodiputado, y en 2004 formó parte del equipo de seguimiento parlamentario de las elecciones presidenciales en Ucrania.
Si la invasión de Ucrania no fuera una tragedia tan espantosa, podríamos entender su ironía: el gobernante autocrático Vladimir Putin está mostrando al mundo lo crucial que es la democracia para una sociedad libre y pacífica.
Si viviéramos en los tiempos de una Rusia democrática, el Parlamento sería la voz del pueblo y debatiría los planes beligerantes de forma abierta y transparente. Una oposición fuerte exigiría políticas diferentes e insistiría en el diálogo y el compromiso pacífico. Los medios de comunicación independientes desmentirían la desinformación en una Rusia libre y entablarían un debate crítico sobre lo "justa" que sería una invasión de Ucrania. La población no se vería inundada de propaganda. Junto con organizaciones fuertes de la sociedad civil, crecería la oposición a la guerra.
Poder ilimitado, injusticia sin límites
Pero la Rusia democrática nunca llegó a materializarse. En su lugar, el mundo observó sobre los escombros del Muro de Berlín cómo florecía la corrupción y morían las esperanzas democráticas. Nunca antes había caído tanta riqueza en manos de una élite tan reducida en tan poco tiempo como en las últimas décadas en Rusia. Este desenfreno sólo pudo tener éxito porque los medios de comunicación fueron silenciados, el parlamento se convirtió en un sello de goma y los jueces siguieron servilmente. Poder ilimitado, injusticia sin límites.
Muchos observadores extranjeros esperaban que el libre mercado hiciera el trabajo. Los empresarios sólo necesitaban leyes claras y unas reglas de juego equitativas, para que la democracia y el Estado de Derecho, con todos sus controles y equilibrios, crecieran gradual y orgánicamente. Esto resultó ser excesivamente optimista. Construir y fortalecer la democracia y el Estado de Derecho requiere el crecimiento de una cultura democrática y un duro trabajo diario a todos los niveles, desde los pueblos a las ciudades, desde los tribunales de cuentas a los parlamentos, y desde las comisarías de policía a las clases de las escuelas.
Promover la resistencia de la sociedad democrática
Pero la democracia es más que un derecho. La democracia también produce mejores resultados, desde la prevención de conflictos hasta la salud pública. Incluso el fracaso del ejército ruso en Ucrania puede explicarse en parte por la falta de democracia. La cúpula del ejército no se atrevió a contradecir a Putin en su escenario de Blitzkrieg y mintió a los soldados sobre la invasión. Oficiales corruptos compraron impunemente equipos de calidad inferior. Por eso los camiones del ejército ruso llevan semanas parados en las carreteras ucranianas con los depósitos de combustible vacíos, los neumáticos pinchados y las tropas desmoralizadas.
En Europa, tras la invasión rusa, se decidieron a la velocidad del rayo inversiones masivas en defensa, así como medidas para asegurar elementos estratégicos como la energía y los alimentos.
Pero hay otra medida al menos igual de urgente. ¿Qué es más estratégico para la paz y la prosperidad que la resistencia de la propia sociedad democrática?
Por lo tanto, ya es hora de considerar la democracia como un activo estratégico, cuya calidad es vital para la supervivencia de una sociedad libre y abierta y para la protección de la paz y la seguridad. Esta toma de conciencia debe conducir a una revisión urgente de las políticas interior y exterior de Europa.
Invertir en democracia como activo estratégico
Invertir en democracia es, con mucho, el seguro más barato contra la guerra. Pero esto no significa que sea una elección sencilla. Significa que cada país democrático debe atreverse a mirarse en el espejo. Sólo cuando las democracias más consolidadas se despojen de su autocomplacencia y se abran a la crítica serán creíbles en su diálogo con otros países. ¿Hasta qué punto es inclusiva nuestra democracia? ¿Quién sigue excluido? ¿Qué derechos no están suficientemente protegidos? ¿Cómo asumen nuestras instituciones democráticas su responsabilidad de servir y ofrecer igualdad de acceso a todas las personas?
Al mismo tiempo que debemos trabajar para restaurar la confianza de nuestros propios ciudadanos en el gobierno, debemos estudiar cómo promover la democracia como activo estratégico a escala mundial. Esto debe dar lugar a una revisión radical de las prioridades.
Debemos asegurarnos de que la democracia se convierta en una piedra angular de la estrategia geopolítica, y con esto en mente, el NIMD y otras 16 organizaciones de democracia y derechos humanos -en colaboración con la Asociación Europea para la Democracia - han reunido 10 recomendaciones para una respuesta europea a este ataque contra Ucrania y la democracia.
La paz y la democracia, en juego
Porque debemos dar mayor prioridad al fortalecimiento de las democracias. Esto puede hacerse formando a los políticos al principio de sus carreras, apoyando el diálogo en los países en situación de posconflicto, ayudando a las mujeres y a las minorías en su camino hacia los cargos electos, reforzando los parlamentos y los gobiernos locales, y ayudando a los medios de comunicación libres y a las organizaciones de la sociedad civil.
Inevitablemente, restaurar la confianza entre políticos y votantes ocupará un lugar destacado en la agenda. Al fin y al cabo, en muchas democracias, jóvenes y viejas, las élites se sirven cómodamente mientras la población mira hambrienta. Esto no puede seguir así, porque sin justicia social y sin atajar la corrupción, está en juego la propia supervivencia de la democracia. Y con ella, la paz.