¿Está en peligro la democracia en la era de la información?

Como el Foro Mundial para la Democracia que comienza esta semana en Estrasburgo, Dalila Brosto, Asesora de Conocimientos del NIMD, comparte sus ideas sobre si las redes sociales amenazan realmente la democracia y qué se puede hacer al respecto.
Hace un año, justo antes de la Conferencia sobre Innovación del NIMD, escribí un entrada del blog sobre la tecnología participativa y su capacidad para empoderar a los ciudadanos y fortalecer las democracias. Argumenté que en un mundo de creciente insatisfacción entre los individuos, las herramientas digitales podrían proporcionarnos no solo un mejor acceso a la esfera política, sino también ayudar a los ciudadanos a implicarse más en los temas que afectan a sus vidas.
Sin embargo, sería ingenuo no considerar la otra cara de la moneda, la que se refiere a las amenazas que la tecnología plantea a nuestras democracias. ¿Qué ocurre cuando estas herramientas -las que ayudaron a incorporar a los jóvenes al debate político, tras años de creciente apatía- son cooptadas por regímenes autoritarios? Cuando estos regímenes se inmiscuyen en el ámbito de Internet, contratando a hackers y trolls, la tecnología de la información se convierte en un instrumento de control que frustra la libre expresión y la emancipación.

Los regímenes utilizan las redes sociales como arma electoral
La tecnología de la información se utiliza para amañar elecciones, promover noticias falsas y, en general, contribuir a la falta de confianza de los ciudadanos en la integridad del sistema electoral. Las acusaciones de que Rusia utiliza las redes sociales para influir en los resultados electorales en Ucrania y en las últimas elecciones presidenciales estadounidenses han estado en todas las noticias, así como las propias quejas de Rusia sobre la injerencia de Occidente en las revoluciones de Georgia y Ucrania.
Aunque la intromisión en las elecciones no es ciertamente algo nuevo, el alcance que proporcionan Internet y las redes sociales es definitivamente inédito en la manipulación de la opinión pública. Las redes sociales son responsables de exacerbar los extremos del espectro político y de publicar sin descanso contenidos sin control, proporcionando un velo anónimo a las noticias falsas, los discursos de odio y las opiniones extremistas.
¿Pueden unos mejores algoritmos y herramientas de supervisión contrarrestar estas tendencias?
Twitter y Google están cada vez más dispuestos a cooperar para encontrar formas de evitar el abuso de información y la difusión de noticias falsas - Google se compromete a luchar contra las noticias falsas; Twitter, por su parte, prohíbe toda publicidad política en su servicio. Por muy útiles que sean estas medidas, las redes sociales requieren una normativa más estricta que impida la difusión de discursos de odio, llamamientos terroristas y cualquier tipo de acoso. Facebook, quizá el mayor actor en este campo, aún no se ha comprometido a comprobar los hechos de los anuncios de los políticos, lo que facilita la publicación de noticias falsas siempre que se disponga de los recursos necesarios.

¿Dónde nos deja esto?
Las democracias necesitan el debate y no debe desalentarse la participación en cuestiones complejas desde distintos lados del espectro político. La tecnología ofrece un espacio para conectar y compartir opiniones y entablar conversaciones como nunca antes en nuestra vida. Por lo tanto, no debemos descartar la herramienta cuando no se utiliza adecuadamente. Por el contrario, deberíamos centrarnos en utilizar estas herramientas de forma responsable e impulsar normativas que puedan garantizar un espacio saludable para que las personas interactúen.
Sin una reforma y una supervisión eficaz, existe la posibilidad de que los problemas actuales se conviertan en algo que amenace la democracia. Mientras tanto, la democracia dependerá del pensamiento crítico de sus ciudadanos, de su capacidad para contrastar fuentes y de su afán por debatir respetuosamente con personas que no están en el mismo bando del debate.